10 de noviembre de 2025

Nacionales 10/11/2025

Centrales nucleares con el cartel de remate

El Gobierno apura el desguace de Nucleoeléctrica para calmar la necesidad de dólares

La energía nuclear ya no es la energía del futuro, sino la energía del presente. Hasta diciembre de 2023, de hecho, Argentina tenía muy en claro esta premisa, y estaba a la vanguardia a través de la construcción de reactores como el Carem o el RA-10. Lo mismo, a partir de Nucleoeléctrica (NA-SA), la empresa del Estado que opera las tres centrales nucleares que tiene el país: Atucha I y II, en Lima (Buenos Aires), y Embalse, en Córdoba. Sin embargo, en otro paso más hacia el desguace del sector científico y tecnológico, habilitado por la Ley Bases, el Gobierno confirmó la privatización parcial de NA-SA y ya oferta el 44 por ciento de las acciones. La operación implicará una pérdida de soberanía tecnológica que busca sintonizar con la exigencia de Estados Unidos de desmantelar los sectores estratégicos de la región. Y será una vía alternativa para la desesperada búsqueda de dólares en la que está inmerso el Gobierno. Nuevamente, una joya de la abuela que se vende para desarticular un activo fundamental de la ciencia y la tecnología local.

En la resolución publicada en el Boletín Oficial (1751/2025) se lee: "Iníciase el proceso de privatización parcial de NA-SA en los términos del artículo 8° de la ley 27.742" (Ley Bases). Lo importante es que por intermedio de esta, se dividió el paquete accionario de la compañía: 44 por ciento destinado a privatizar, el 51 quedará en manos del Estado y el 5 restante será para los trabajadores. Originalmente, el Gobierno quería privatizarla en un 100 por ciento, pero gracias a la negociación parlamentaria de la oposición se logró que en el proyecto sancionado el Estado conservara la mayoría de las acciones de Nucleoeléctrica.

En el presente, la compañía se encarga del mantenimiento, la gestión y tiene la función de planificar la creación de futuras centrales. Provee el 7 por ciento de la energía eléctrica que utiliza el país y, además, es superavitaria. Para tener referencia, durante el primer trimestre de 2025, NA-SA obtuvo un superávit de 17 mil millones de pesos. En los próximos días, la encargada de ponerle un precio será la Secretaría de Energía, luego de realizar un inventario de los bienes tangibles e intangibles.

Diego Hurtado, físico y exvicepresidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica, señala a Página 12: "El sector nuclear es una de las pocas escuelas que logró crear Argentina para el desarrollo de tecnología. Mucho de lo que se fabrica en el rubro, termina volcándose a otros sectores de la economía. Aunque la privatización del 44 por ciento puede pasar desapercibida en términos de impacto inmediato a la población, el efecto en cadena termina siendo devastador: nos están llevando al subdesarrollo".

Frente a esta advertencia que realiza Hurtado y con el objetivo de limitar la posibilidad de que el Gobierno rife las capacidades e infraestructuras en energía nuclear, la oposición buscó sancionar la Ley de Emergencia y Financiamiento del sector científico. Precisamente, uno de los artículos declara como bienes públicos estratégicos para el desarrollo científico y tecnológico nacional a las empresas y sociedades del Estado que integran el sector nuclear, de telecomunicaciones, aeroespacial y de industria para la defensa. Aunque tuvo media sanción, sin embargo, aún no avanza en el Senado.

Las razones del mercado

No hace falta mucha reflexión para hilvanar algunas de las hipótesis que explican la privatización que lleva adelante el Gobierno con Nucleoeléctrica. Por un lado, se podría pensar que la acción se corresponde con la ideología que subyace al pensamiento libertario y enmarca buena parte de la gestión: lo privado es mejor que lo estatal y ya.

Nicolás Malinovsky, ingeniero electricista, experto en el área y autor de Crítica de la energía política, dice: "Hay evidencias de que lo privado en nuestro país no ha sido mejor que lo público. Cuando en los 90 se privatizaron muchas empresas, por lo general fueron mal gestionadas y saqueadas. El menemismo estuvo lejos de ponerlas en valor". Y continúa con un ejemplo: "Cuando se privatizó YPF, se desmantelaron los laboratorios, se robaron los desarrollos de años; y al mismo tiempo, en vez de aumentar su producción, el rendimiento fue a la baja. Se dejó de explorar y de producir nuevos pozos petroleros y de gas, lo que provocó la escasez de divisas que duró desde 2010 al 2023".

Luego Malinovsky advierte: "Hay que tener en cuenta que luego el privado será quien establecerá el precio y si el Estado está debilitado no podrá regular para que estos sean acordes al costo de producción. Si se privatiza Nucleoeléctrica, perjudicará a la sociedad argentina en su conjunto y será una traba para pensar un proyecto de desarrollo nacional con industria".

Otra hipótesis muy evidente es que el Gobierno avanza con el desguace del sector nuclear y la privatización de Nucleoeléctrica para hacerle un guiño más a Estados Unidos. De hecho, en agosto pasado el FMI --brazo financiero internacional de EE.UU.-- emitió un informe a través del cual le solicitaba al gobierno local que apurara las privatizaciones de las empresas estatales, y que presentase un plan de desguace para noviembre. Bueno, noviembre ya llegó.

Al respecto Malinovsky cuenta que esta privatización parcial "responde a una injerencia de Estados Unidos que, a través del FMI, manda privatizar empresas estatales. Nucleoeléctrica no solo se trata de una empresa que puede operar sino también construir centrales nucleares. Estados Unidos ha tenido una política con Latinoamérica vinculada al desmantelamiento de los sectores estratégicos". Sobre el informe de agosto, Hurtado también destaca: "En un puñado de páginas, hay tres menciones vinculadas a una cierta presión por privatizar empresas públicas, con el fin de sostener la restricción fiscal y monetaria. Nucleoeléctrica está en la lista de recaudación de dólares".

Estados Unidos ha contribuido a paralizar el desarrollo del Carem y consiguió que Argentina se asociara al programa First, que precisamente apunta al desarrollo estadounidense de reactores. En concreto, Argentina dejó de fabricar tecnología propia para importar la de EE.UU.

La tercera hipótesis que se suma a las demás y explica la privatización también está a la vista: Argentina necesita dólares y la venta de parte del paquete accionario de NA-SA podría dar un poco de oxígeno a un Gobierno que no para de quemarlos y contraer deuda. El oficialismo espera vender Nucleoeléctrica en algo así como mil millones de dólares, una cifra que en una semana caliente de escalada cambiaria, puede diluirse. De hecho, a fines de septiembre, en un puñado de días, el Gobierno sacrificó 1.100 millones de dólares para contener la suba de la moneda extranjera.

En concreto: pérdida de soberanía y conocimiento estratégico que se esfuma en la timba financiera. Parece macrismo, pero ahora con peluca.

A contramano del mundo

Aunque los países más desarrollados del planeta amplían su tecnología nuclear, Argentina se desprende de lo que tiene. El resultado de décadas de trabajo y articulación conjunta de Nucleoeléctrica con otras instituciones, como la Comisión Nacional de Energía Nuclear e Invap, retrocede y se aproxima a un punto de no retorno.

Hurtado recuerda: "En mayo Trump firmó cuatro órdenes ejecutivas (como si fueran DNUs) orientados a relanzar la industria nuclear de Estados Unidos. Hace algo muy parecido a lo que hacía la potencia a mediados del siglo XX, ya que empieza a firmar memorandos de entendimiento con el rebaño de futuros compradores de su tecnología. Ahí aparece Argentina con el First, pero también figuramos en aquel grupo de países que proveerán minerales críticos". En los '90, dice Hurtado, Estados Unidos solicitaba que Brasil y Argentina paralizaran sus desarrollos nucleares y así fue como, durante el gobierno de Menem, se comenzaron a frenar diferentes proyectos.

En esta línea, Malinovsky se esfuerza en hallar una clave geopolítica. "Estamos viviendo un proceso de crisis global donde la hegemonía estadounidense declina y es disputada por el ascenso de China. Frente a ello, el gobierno argentino decide abrir las fronteras, recibe importación de todo tipo y se asocia incondicionalmente a Estados Unidos. En vez de aprovechar la crisis para reindustrializarse y desarrollar energía nuclear, clave en la transición energética, paraliza todos los proyectos autóctonos y solo exportará el uranio como materia prima, ya que es necesario como combustible (para las centrales nucleares)".

 

Estados Unidos tiene 94 reactores nucleares, aunque ninguno en construcción; China tiene 57 reactores (alcanzó a Francia) y tiene 29 en construcción. Mientras tanto, Argentina frena cualquier intento de construir los propios y, otra vez y en pleno siglo XXI, pierde una oportunidad histórica de apostar por el conocimiento y el talento local. 

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