Nacionales 17/11/2025
La recomendación de expertos y las estrategias familiares
Para Victoria, madre de dos niños de diez años, negarles por completo el uso de celulares ya no es una opción. "Están más interesados", describe la mujer en una reunión virtual donde un centenar de padres de un colegio del barrio porteño de Belgrano discuten estrategias y métodos para que los niños y niñas dejen de lado las pantallas y comprendan las razones del "todavía no" a la entrega del primer smartphone. Para Victoria, negociar no es una opción: "Me sirve decirles que jugamos media hora a la Nintendo y luego hacemos otra cosa. No es una negociación, es un 'esto va a ser así'".
En Argentina la edad promedio de la entrega del primer celular a los niños es de 9,2 años. Sin embargo, la mayoría de los padres y madres indica que su deseo sería hacerlo recién a los 12. Entonces, ¿por qué esta aceleración? En gran parte tiene que ver con la presión social. Alcanza con que un grupo de niños en un aula tenga su propio teléfono para que los demás padres tengan el imperativo de hacer que sus hijos no se quede afuera.
Pero no es el único motivo. Y de abordar este problema se encargan las organizaciones de padres y madres que, en todo el mundo, empiezan a nacer de manera espontánea con un propósito: unir fuerzas para decirle que no al primer teléfono para sus hijos. Postergarlo, al menos, hasta los 14 años. Y de ser posible, copiarlo con las redes sociales hasta los 16, levantando la bandera del "todavía no" y devolviéndoles a los chicos el tiempo libre, incluso antes de que les sea arrebatado.
Un movimiento cobra fuerza
Luciana Schwartz lleva un vestido de flores primaveral y se mueve de un lado al otro del escenario. Sus palabras salen del micrófono y retumban por todo el gimnasio que hace de aula. A su derecha, pasando unas diapositivas, está Elena Griolli, apoyada sobre un cubo de madera donde, prolijamente, los oyentes dejaron tus teléfonos. Ambas son fundadoras del movimiento Manos Libres, que nació como un intento de unir fuerzas y coordinar entre padres y madres la postergación de la entrega del primer smartphone.
Lo que hacen es parte un nuevo fenómeno mundial. Cada vez más padres y madres en distintos países buscan la forma de organizarse para postergar la entrega de celulares a sus hijos.
Un primer paso lo dio la organización británica Smartphone Free Childhood, que en febrero va a cumplir dos años. Pero las réplicas alcanzan a decenas de países, cada uno con sus propias singularidades.
Luciana Schwartz En las charlas de Manos Libres explican la importancia de que los padres cuiden a sus hijos en los entornos virtuales. (Gentileza -, Gentileza -)
Entre todas las organizaciones, los consensos son muchos, pero dos centrales: las pantallas tienen efectos dañinos sobre los niños y niñas cuando se las usa indiscriminadamente desde edades tempranas, y la idea de que la unión, en este caso como nunca, hace a la fuerza.
Manos libres, padres y madres organizados
Manos Libres nació con un mensaje de WhatsApp: un padre contaba que su hijo de 9 años le preguntó cuándo iba a tener su primer celular. Le generó inquietud, no quería dárselo de inmediato. Y preguntó. No era el único, y los consensos no tardaron en llegar. Semanas más tarde empezaron las charlas con el colegio, que se declaró como espacio libre de smartphones.
Con el tiempo se volvió una comunidad que, a la vanguardia, asesora y ayuda a padres y madres de otros colegios que se enfrentan cara a cara con el mismo desafío.
Manos Libres es una red que se expande desde el relato, compartiendo experiencias y brindando charlas. Padres y madres consultan a Luciana y a Elena sobre qué pueden hacer y cómo. A su vez, ellas relatan su experiencia y ofrecen material y estudios complementarios.
A 8 mil kilómetros de Buenos Aires, en Monterrey, México, Alexandra Fernández y Ana Sofía Guerra se enfrentaban a la misma situación. Ellas crearon el Movimiento No Es Momento (MNEM). En su caso, la idea surgió de una observación directa: observaban que cuando sus hijos se juntaban a jugar estaban todo el tiempo "pegados" a las pantallas.
Así, tomaron como modelo la organización estadounidense Wait Until 8th -es decir, octavo grado, 14 años- y plantaron por primera vez bandera en México.
MNEM es una red interconectada, donde las madres líderes de los colegios de la zona se juntan una vez por mes para compartir experiencias, mientras que con los colegios del resto del país se hace este mismo encuentro, pero virtual, "para tocar base y saber cómo van, compartir ideas y conferencias".
Los molinos de viento
La tarea de estas organizaciones no es sencilla. En enemigo al que se combate no es evidente. Además, cuando se lo pone sobre la lupa, interpela tanto -o más- a los padres y sus hábitos que a los propios niños y adolescentes. Por eso, gran parte de los mensajes que Luciana transmite tienen que ver con datos duros sobre el impacto del uso de teléfonos en menores.
"¿Cuál creen que es la edad promedio en la que los chicos reciben su primer celular?", pregunta, lúdicamente, esta vez a un grupo de padres de una escuela privada de Belgrano durante una charla virtual.
Movimiento No Es Momento "Dejemos a los niños ser niños", dice uno de los afiches del MNEM. (Gentileza -)
Los números que se revolean por el chat del Meet marcan desconcierto: cinco, ocho, diez, dos, doce. La repuesta: 9,6 años. Pero ese no es el dato más llamativo. Ante la pregunta de Página|12, Luciana agrega un dato al respecto: "La mayoría de los padres encuestados responde que se lo daría recién a los 12 años. Eso es lo que un padre dice que estaría dispuesto a hacer, pero lo termina haciendo antes".
En gran parte esto tiene que ver con la presión social: alcanza con que un par de niños tengan celular en un grado para que los demás sientan la presión de pedirlo, para no quedarse afuera, repetir el mecanismo.
Qué tan grave es que los chicos tengan un teléfono, podría preguntarse un padre, si al final lo utilizan para jugar y ver videos. Y ellos mismos pueden llevar cierto control y activar los filtros para niños.
Para explicar por qué, en Manos Libres le dan play a un video donde se ve a un padre que se despide de su hijo antes de que se vaya a dormir. Para entender el video, alcanza incluso con leer la conversación, originalmente en inglés:
"Ey, niño, ya es hora de dormir. Recordá que hay una caja en la esquina con todo el material pornográfico que se ha hecho en el mundo. Incluso las cosas más raras que podrían marcarte de por vida. Confío en que no mires ahí. Ah, y este tipo va a estar en la esquina toda la noche diciendo cosas odiosas al azar. Simplemente ignoralo. ¿Dale? Ahora que lo pienso, también hay un formulario de pedido en tu escritorio donde podés comprar drogas ilegales. Las chicas malas de tu escuela van a estar ahí hablando de ti toda la noche. Y este hacker ruso va a seguir pidiéndote tu contraseña. Solo necesito que lo ignores. Bueno. Te quiero, amigo".
La salud mental en riesgo
"Lo que buscamos es cuidar la salud mental de los niños. Ya se ha visto cómo hay un aumento en la ansiedad, la depresión, las autolesiones. Y en México se ven estos aumentos en los suicidios de jóvenes. Y es algo muy preocupante", explican a Página|12 Alexandra Fernández y Ana Sofía en una cafetería en Monterrey.
Para Fernández, "es muy claro que cuando tienes un celular se acceden a cosas muy buenas y otras superdañinas". "Si le das el teléfono, la cantidad de cosas de todo tipo que le pueden llegar... Te da miedo de pensarlo. Hay muchísimos estudios que muestran el daño que hacen", agrega.
Luciana, de Manos Libres, aclara que no están en contra del uso de la tecnología. "No podemos negar la época en la que vivimos. Pero somos responsables de acompañarlos para que se haga un buen uso. Y no que la tecnología los use a ellos. Porque los niños nos necesitan", afirma.
"Cuando el padre dice que ahora todo es la tecnología, ¿qué aprende tu hijo si está tres horas en su cuarto mirando TikTok? Mi hijo más grande a veces está haciendo un trabajo y me pide el celular para ver un tutorial de YouTube. Ahí hay un propósito y un para qué claro. No quedan afuera de la tecnología", agrega la mujer, que se presenta como coach ontológica y mamá de cuatro hijos.
¿Por qué esperar?
La psicoanalista Violaine Fua Púppulo, autora de Una ¿Mente? Artificial, un libro que lee los avances tecnológicos desde la teoría lacaniana, abre los ojos y sonríe cuando escucha la pregunta sobre por qué esperar específicamente hasta los 14 años. Para responder, usa un artefacto donde hay tres aros enganchados que ofician de representación visual de los tres registros lacanianos -lo simbólico, lo imaginario y lo real- y piensa cómo "explicar simple" el asunto.
- ¿Por qué es importante esperar hasta los 14 años para el primer celular?
- El teléfono cumple una función cuando los chicos empiezan a salir y necesitan comunicarse con sus padres, pero no hay que confundir ese uso con el acceso a las redes (sociales). Antes de los 14 años, el yo todavía se está formando: el cuerpo necesita experiencia física, movimiento, sentidos, para construir una imagen mental completa de sí mismo. Las redes, en cambio, ofrecen imágenes bidimensionales que generan obediencia, comparación y sometimiento a modelos ideales. Si el acceso llega demasiado pronto, aparecen fenómenos como la hipersexualización, la pérdida de atención y la confusión entre lo que se es y lo que se debería ser. Además, el celular pasa a ocupar el lugar de la autoridad: los niños creen que "sabe más" que los adultos y dejan de preguntar o preguntarse. Por eso el gran tema de los 14 años no es un capricho, sino un punto de maduración psíquica: recién ahí pueden defenderse de la manipulación, distinguir el maltrato, y pensar por sí mismos frente al poder sugestivo de las redes.
El escepticismo
Por supuesto, el camino hacia el consenso no es sencillo. No todos los padres detectan que la entrega de un celular a sus hijos como un problema, o consideran que algunos puntos, como la seguridad, la comunicación disponible las 24 horas o la presión social, son más pesados cuando se los pone sobre la balanza. Pero, ¿qué tanto de esto habla más de los padres que de los hijos?
"Somos una generación de papás muy aprensivos. Como nos enteramos de tantas cosas que pasan, tú te enteras del niño que secuestraron en China, te preocupas. Lo que dice Jonathan Haidt (en La generación ansiosa, ed. Deusto) es que el mundo hoy en día está más seguro de lo que pensamos. Entonces, tenemos que confiar en que los niños puedan salir a la calle", explica Alexandra sobre este punto.
Luciana Schwartz y Elena Griolli Manos Libres se creó en 2024 en un intento de organizar a los padres y madres de un colegio para, entre todos, postergar la entrega del primer celular a sus hijos. (Gentileza -, Gentileza -)
Para Ana Sofía Guerra, más que una decisión pensada, muchas veces es un acto de rendición. "Muchos no lo dicen así tal cual, pero no quieren batallar", resume. Y ahí aparecen los grupos de WhatsApp como presión adicional. "A partir de cuarto grado empiezan a estar estos grupos y parte de pertenecer es estar en estos chats", cuenta.
Con la demanda constante de los hijos del otro lado, muchos padres optan por no tensar la cuerda y ceden.
Pero hay más. La propia adicción de los padres a las pantallas. ¿Desde qué lugar le van a decir que no a un hijo si están ellos mismos todo el día detrás de una pantalla scroleando?
La investigadora del Centro de Ética y Políticas Públicas (EPPC) de Estados Unidos, Clare Morell, Parents, Put Down the Phones, lo grafica en un ensayo publicado en abril pasado: "Los dispositivos hacen que los padres estén mucho menos disponibles, y esa falta de atención puede derivar en conductas de búsqueda de atención riesgosas en los niños. Si bien darle una pantalla a un niño socava su autocontrol, el padre absorto en la pantalla parece tener un efecto similar".
Un pacto familiar
Por eso estas organizaciones de padres no funcionan solo a nivel de acuerdo entre adultos: implican también un pacto puertas adentro. Por ejemplo, que dentro de la casa los padres cumplan con las mismas exigencias que se le ponen a los hijos.
La idea se expresa en las charlas de Manos Libres: que cada casa tenga un espacio para dejar los teléfonos, que los cargadores estén fuera de los dormitorios y que deban respetarse tiempos y espacios para el uso de estas herramientas.
De hecho, el MNEM hasta ofrece formatos de contratos familiares de uso de celulares que requieren de la firma tanto de hijos como de padres.
Esto es un desafío en todos los niveles: "Yo veo mucha diferencia entre el celular en un lugar en la ciudad o en pueblos o lugares donde se puede estar más tiempo afuera -argumenta de forma pertinente Ezequiel, vía Meet-. A nosotros, que vivimos en la ciudad, nos ataca más. Porque no es lo mismo. Si les sacas la pantalla, encuentran opciones para hacer. Pero una cosa es estar dentro de un departamento y otra estar en un espacio más amplio".
Darío Álvarez Klar Creador de una red de escuelas en Argentina y Uruguay, la Red Educativa Itínere, y del HUB Educación e Innovación. (Gentileza -, Gentileza -)
Quien aporta una respuesta a esta afirmación es Darío Álvarez Klar, creador de una red de escuelas en Argentina y Uruguay, la Red Educativa Itínere, y del HUB Educación e Innovación, una asociación civil que impulsa redes educativas en diversos países.
- ¿Cómo se hace si uno no tiene tiempo como padre para estar encima del hijo y ofrecerle alternativas, si tiene que estar laburando 12 horas por día fuera de la casa?
- Ese papá tiene razón: hoy un niño no puede salir a la calle porque hay inseguridad, riesgo de tránsito y falta de autonomía. El contexto empuja al uso de tecnología. Pero aun así, no dar la tecnología es sano, porque ya se ven efectos del uso excesivo en edades tempranas en el vocabulario, la lectura, la ansiedad, la adolescencia y en los vínculos emocionales. No es que la disyuntiva sea dejar de trabajar o entregar el celular: hay que crear contextos con hábitos, aceptar que un hijo se aburra y enseñarle a administrar el tiempo de conexión. La tecnología se vuelve satisfacción inmediata, dopamina y una solución rápida al conflicto, pero lo necesario es anticiparse: crear hábitos antes de que la tecnología sea necesidad. Acostumbrarlo a crear, a jugar y a hacer cosas más básicas, incluso en un departamento de dos ambientes.
Las estrategias de trinchera
En los encuentros de padres hay también un importante componente catártico. Hay angustias, llantos, reflexión en vivo: una dialéctica donde la sumatoria total de experiencias puede ser parecida a la salida de un laberinto. Por eso las ideas circulan en todas las direcciones.
Gerardo, padre de un niño e 8 años, cuenta que hace un tiempo le dieron un celular, aunque de forma "muy regulada". Sin embargo, observaron que "el resto del día estaba condicionado por esa media hora que tenía habilitada". "Ahora lo reducimos a cero", concluye.
A Pablo, en cambio, le sirvió la serie Adolescencia. "Es bastante violenta en algunas cosas para chicos de 12 años. La mayoría concordó con que todavía no era tiempo para ver. Yo la vi con mi hija y eso la hizo reaccionar. Desde ese lado entendió para dónde iba a la serie y cómo nosotros estamos afuera", aporta Pablo.
"Yo creo que para perder tenemos un montón. Está pasando. Somos el segundo país del mundo en incorporar IA. Pero creo que tenemos cosas controlables", afirma Mariano, otro padre. "Lo que pasa en el exterior no podemos manejarlo, pero sí lo que sucede en casa", advierte. Y motiva al resto de los padres: "Tenemos que tener la guardia alta".
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