Opinión 16/04/2018
Opinión
Lo han decretado los científicos: abrazar es bueno para la salud.
Y los estudios que avalan semejante afirmación no son pocos. Un trabajo de la Universidad de Duke los calificó como esenciales para la vida y refirió las consecuencias que su falta tiene, por ejemplo, en los bebés, capaz de afectar su desarrollo intelectual, mientras que el sueño y su crecimiento se fortalecen cuando los reciben.
Otros especialistas ponen el acento en la liberación de oxitocina, -llamada la hormona del amor-, que se genera al dar un abrazo, y la sensación de bienestar que eso conlleva.
Algunos más remarcan la incidencia del gesto a la hora de reducir la presión arterial.
Desde el área de la psicología enfatizan en cómo esa simple acción de rodear con los brazos a alguien tranquiliza, reconforta, calma la angustia y aleja los temores.
Más allá de todas estas bondades lo cierto es que el abrazo es una de las manifestaciones amorosas, más nobles, más entrañables y más fuertes de que el ser humano es capaz.
Ya lo escribió hermosamente el español Antonio Gala:
"Que ningún juez declare mi inocencia |
porque, en este proceso a largo plazo, |
buscaré solamente la sentencia |
a cadena perpetua de tu abrazo".
Sea que se trate del que se prodiga una pareja, o el que enlaza a amigos, compañeros de ruta, o simples desconocidos unidos por una situación puntual .
Sea que denote amor, afecto, camaradería, apoyo o consuelo, nada hay comparable a ese fundirse con el otro, sin palabras, en silencio.
Un gesto único e irrepetible que aleja, por un instante, todas las inclemencias del mundo.
Silvia Fesquet | Domingo 15 abril
(Gracias Francisco Amoroso)
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