25 de abril de 2024

Editorial 10/07/2012

PANORAMA | Se puede “probar” con las urnas (y con el sentido común)

La mujer y el hombre pertenecen a lo que algunos llaman todavía ‘clase media’. Ambos, con un ingreso que les permite vivir dignamente, sin excesos, sin derroche. Ella docente y él, empleado administrativo provincial. Su situación ha mejorado en los últimos años. Han accedido a bienes de consumo y materiales que les habían estado vedados durante décadas. Sus salarios han aumentado y sus expectativas también.

Nunca “putearon” a Néstor o a Cristina, ni a Scioli ni a Mariotto. Ni a Moreno. Ni a los jóvenes de “La Cámpora”. Nunca “putearon” al Gobierno. No cacerolearon ni participaron en piquetes o cortes de ruta. Nunca repitieron lo que escucharon repetir a otras bocas: “Se están quedando con la Caja, con la plata de los jubilados”; “son todos ladrones”, “el dólar llega a los 8 pesos en cualquier momento” o “La yegua puta se cae” o “el inmobiliario rural subió el 600 por ciento”.

Es decir, nunca repitieron sandeces, profecías sin fundamento o manifiestas imbecilidades y siempre trataron de mantener el equilibrio.
Cuando observaban por TV esos “cacerolazos” y luego tenían posibilidad de participar en alguna discusión con quienes aprueban la utilización de ese utensilio de cocina para esos menesteres callejeros, les preguntaban en voz muy baja: “Che, ¿y si en lugar de cacerolas prueban con las urnas?” y se retiraban sin gritos ni peleas. Dejaban el interrogante y seguían con su vida.

El hombre y la mujer creían, como muchos creen, que en muchas cuestiones, muchísimas, el Gobierno nacional había hecho las cosas bien. Que mucha, muchísima gente había mejorado su nivel de vida. Que muchos habían conseguido empleo, empleo digno. Que el rol del Estado debe ser activo y regulador y que ello había iniciado un proceso inclusivo.

Les habían dicho tantas veces “kirchneristas” de manera insultante que ya estaban acostumbrados. Y reiteraban: “Si ser kirchnerista es acordar con varias de las políticas aplicadas por este gobierno, tender a la democratización de los medios de comunicación; implementar la Asignación Universal por hijo; construir centenares de escuelas o viviendas, aún sin solucionar el importante déficit existente; estatizar las AFJP e incorporar al universo jubilatorio a más de dos millones de personas; aumentar los niveles de empleo notablemente; promover la unidad de acción latinoamericana o entregar millones de netbooks a estudiantes de todo el país; promover la igualdad de género, matrimonio igualitario o avanzar en la nacionalización de YPF o modificar la carta orgánica del Banco Central, en definitiva, si ser kirchnerista es eso, somos kirchneritas”.

“Ahora, si ser kirchnerista es acordar con todo lo expresado pero diciendo que sí a cualquier actitud que adopte el Gobierno; si ser kirchnerista es idolatrar a Cristina, rendir culto a la personalidad y aceptar mansamente sus decisiones, cualesquiera sean; si es plantear que todo está bien; que no hay nada para modificar; que el que no piensa así no posee derecho a expresar su disenso; si ser kirchnerista es negar hechos graves sucedidos en nuestro país durante estos años donde le caben importantes responsabilidades a funcionarios o legisladores oficialistas; si ser kirchnerista es repartir culpas hacia afuera; si ser kirchnerista es “descubrir” ahora que Moyano cazaba ‘Montoneros’ en 1974 con la Juventud Sindical Peronista; si ser kirchnerista es “descubrir” a Daniel Scioli, sus características, sus maneras y sus formas y su gobierno, recién hoy; si ser kirchnerista es apoyar hoy a quienes hacen lo que otros hicieron de igual forma y fueron vituperados y agraviados por ello; si ser kirchnerista es pretender que nunca nos equivocamos; si ser kirchnerista es olvidarse del pasado de uno y hurgar en el de los demás, entonces, no somos kirchneristas”.

La tenían bastante clara. Muchos coincidían con sus puntos de vista. Los más duros ya los veían abandonando el barco o casi en la ultraderecha, pero ellos no pensaban así. Y sabían que muchos ni “pensaban” siquiera y se iban, directamente, a la vereda contraria.

Seguían creyendo que, pese a las dificultades, este proceso podría desembocar en mayor unidad de criterios y de acción. En construcciones colectivas claras, sin dobleces ni mentiras. Pensaban que podían aportar algo más para que ello fuera posible.

Claro, había cosas que no lograban entender. Recordaban que nunca les habían explicado con claridad que era lo que significaban las retenciones al sector agropecuario. Nunca entendieron lo que era la “125” y vivieron sucesos “amargos” a partir del tratamiento inadecuado que se le dio al tema, al gran desconocimiento y al aprovechamiento de sectores vinculados a lo peor de la antidemocracia, en un momento difícil.

Pero sabían que el gobierno nacional se había equivocado en algo, lo que fuere y que la sociedad se lo había hecho notar cuando utilizó el único instrumento que debe utilizarse para dar a conocer su opinión: las urnas. Claro, era una elección legislativa pero de allí vinieron dos años complejos.

Y habían llegado a variadas conclusiones, en aquel momento y ahora mismo.
Una de ellas era que esas capas medias de la población podían “mudar” de opciones políticas con bastante facilidad.
Cada vez exigían más. “Ahora protestan los que están incluídos en el sistema”, pensaban y no les faltaba razón. No era el año 2000. No era el año 2001. Ahora pretendían la suba del mínimo no imponible que les permitiera no pagar el impuesto a los ingresos. Que es un impuesto progresivo, claro, el más progresivo de todos, pero discutible o analizable en su aplicación y en sus alícuotas, con los parámetros actuales. “Ahora, la CGT protesta por los que ganan más y no por los que ganan menos”.

Todo eso pensaban, medio confundidos, ciertamente.
Habían leído tantas tapas de diarios que preanunciaban catátrofes que nunca ocurrieron.
Habían escuchado muchas veces a Broda y a Melconián; a Redrado y a Prat Gay, fervorosos defensores del mínimo rol del Estado y activistas y militantes de su endeudamiento.
Habían escuchado a “Lilita” Carrió, a de Narváez y a Mauricio Macri.
Y tenían claro que por allí no vendría ninguna solución.
Del radicalismo y el peronismo, ambos en extinción, no querían saber nada más. Aunque algunos siguieran hablando de ellos como de la panacea y la luz.
Y seguían sin entender tantas cosas.
Difícilmente accederían a la entretela del poder y por ello era imposible saber, en realidad, qué era lo que sucedía allí.

Y acudían a las “fuentes” del conocimiento mediático. Para saciar su aturdimiento.
Leían entonces Clarín y Página/12. Infobae y Tiempo Argentino. Lo que expresaban sobre los últimos acontecimientos. El pago del medio aguinaldo a los empleados públicos bonaerenses.
El vicegobernador bonaerense Gabriel Mariotto dijo o, al menos eso es lo que se publicó días atrás, que “estaba asegurado el pago del sueldo y el medio aguinaldo”. Y ahora resulta que no. Que Lorenzino, que Scioli, que Mariotto, que Cristina, que en cuatro veces.

Y los paros de gremios estatales, allí cerquita, en la semana que se fue y en la que vendrá.

¡Ahh, claro!, dijo ella. “Quieren prender fuego la Provincia con Scioli y todo su gabinete incluídos…”

“O será una jugada de Scioli para que las culpas recaigan donde tantos medios dicen que debe recaer, en Cristina, que niega fondos”.
Nunca faltan las preguntas de mucha gente que acompaña al famoso personaje “Sentido Común” que, a la vez, viene interrogándose desde hace tiempo y aconsejando a quienes quieran escucharlo.

“¿Por qué el Gobierno nacional no liberó 2 mil millones de pesos más para descomprimir esta situación?”
No hay respuesta y persiste la confusión. Y si hay respuesta no es convincente, ya no por los argumentos sino por quienes son los que abren la boca.
O sí, hubo una respuesta del colega Horacio Verbitsky en Página/12 de ayer, domingo 8. Con muchas cifras y críticas hacia el Gobernador bonaerense a quien denomina "Hood Robin" (al parecer, por hacer lo contrario de lo que hacía Robin Hood). Profundo análisis de los rojos números provinciales y las "profundas" diferencias con el gobierno nacional. Y es el mismo Gobernador "testimonial" de 2009 y el reelegido en 2011, el mismo ex vicepresidente de Néstor Kirchner y "elegido" por él para gobernar Buenos Aires. El mismo que viene haciendo "burradas" desde 2007 (de acuerdo a los números publicados ayer) y, pese a ello fue el "elegido" del "kirchnerismo" para gobernar Buenos Aires hasta 2015. ¿Es el mismo o estamos hablando de personas distintas?
Claro, es lo que pregunta la gente.
Vale aclarar que es el mismo.

“¿Era necesario llevarse puestos a Moyano y a tantos otros, en éste o en aquel momento?”
No hay respuestas. Pero el sentido común indica que no puede haber análisis en blanco y negro mientras existan los grises.
Esto no es aún un “modelo” aunque muchos hablen de él. El “modelo”, por ejemplo, gravaría la renta financiera o hubiera eliminado parcialmente o modificado el impuesto más regresivo que existe, el IVA. El “modelo” no acepta humanos por debajo de la línea de pobreza extrema.

Este es el proyecto que se va construyendo; el de este hombre y esta mujer que, en el texto, pertenecen a las capas medias pero están acompañados por millones por arriba y por abajo.
Los excluidos y los incluidos del “proyecto”, no del “modelo”.

En 2003 no comenzó el “modelo” inclusivo pese a que hay impresos oficiales que lo certifican y aseguran.
En 2003 comenzó a esbozarse un proyecto nuevo. Que luego se denominó kirchnerismo.
Y allí están quienes fueron peronistas, socialistas, frepasistas, radicales o comunistas. Y ya no lo son, sencillamente, porque no existen peronistas, socialistas, frepasistas, radicales o comunistas.
Y no existen porque no hay quien sea capaz de explicar (de manera entendible) qué significa ser peronista, socialista, frepasista, radical o comunista. Y si los hay, debemos reconocer que son bastante incoherentes, incongruentes y cuentan con escasos fundamentos.

Por más que inventen consignas o sigan repitiendo lo que decía el General. No es muy difícil de entender pero mientras no lo entiendan, no habrá “modelo”.
Mientras no lo entiendan seguirán arrojando a la “basura” a muchos de los que rescataron años atrás.
Mientras no lo entiendan no habrá construcción posible.
Mientras no lo entiendan seguirán en el chiquitaje, la chicana y utilizando lo más vetusto de la política pretendiendo ser artífices de una nueva Argentina.

Esto no se profundiza buscando enemigos novedosos todos los días sino identificándolos claramente.

Para saber, de un lado y del otro qué quiere cada cual. Los que estuvieron juntos hasta ayer y hoy se “matan”. Y no aclaran por qué se quieren “matar” o lo hacen bastante mal. De los dos lados. Moyanistas y no moyanistas. Sciolistas y kirchneristas y sabbatellistas y randazzistas y massistas y giustozzistas y cristinistas y todos los ‘istas’ que se le ocurran.

En esta semana pasada, la provincia de Buenos Aires se asemejó a lo que tanto vinieron anunciando desde el comienzo de esta nueva gestión del Frente para la Victoria, en la Nación y en este territorio bonaerense, gestión que tiene pocos meses. Ese prometido campo de batalla. ¿Para qué?

¿Para que ese hombre y esa mujer entiendan de qué se trata en realidad?
¿Y no se confundan a la hora del análisis?. ¿A la hora en que el sentido común y las urnas puedan expresarse nuevamente?

¿Tiene alguien la respuesta?
Háganla saber antes de que muchos piensen que todavía pueden existir personas que subestiman políticamente y tratan de tomar por idiotas al resto de los seres humanos.

Y la mujer y el hombre pertenecen no sólo a eso que algunos denominan clase media sino también, quede claro, al grupo de aquellos que siguen creyendo en este incipiente proyecto de país… Con todos los problemas que existen y los que vendrán.

Y son muchos los que piensan así, como para subestimarlos. Son muchos, demasiados, como para cargarles el adjetivo de “tibios”.
Son muchos, como para no analizar este momento que vivimos, profundamente, con prudencia y con coherencia.
Son muchos y no habría que tirarlos por la borda.

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