17 de abril de 2024

Locales 19/07/2022

Querida Delia

No hay despedida

Cómo despedirse de Delia si la llevo conmigo de manera permanente. Como la llevarán mis hermanas Laura y Ana María. Siempre, con el recuerdo de Luis y los "viejitos". Porque hubo muchos lazos y tantas palabras. Tantos abrazos como ese de Laura que se despedía de Vicky sin saberlo. 

Virginia Ogando, hija de Jorge y Stella Maris, nieta de Delia y hermana de Martín, vivió en nuestra ciudad. Y falta su presencia física desde aquel terrible 15 de agosto de 2011 desde el fatídico momento en el que decidió poner fin a su vida.

Ella buscó a su hermano Martín Ogando durante años y se fue sin abrazarlo jamás, sin conocerlo.

Y Delia buscó a su hijo, a su nuera y a su nieto y buscándolos se le fue Virginia.

Una historia de vida plagada de dolor, con fortaleza y voluntad inquebrantables.

Delia Giovanola tenía 50 años y era maestra de una escuela primaria en La Plata cuando a mediados de octubre de 1976 supo que una patota se había llevado a su único hijo, Jorge Ogando, y a su nuera, Stella Maris Montesano, del departamento en el que vivían en La Plata. Los delincuentes dejaron en la vivienda a Virginia, la primera hija del matrimonio, que entonces tenía tres años. Stella Maris estaba embarazada de 8 meses.

Delia supo del destino de su hijo y de su nuera poco tiempo después del final de la dictadura, por el testimonio de una sobreviviente del "Pozo de Banfield", Alicia Carminatti, quien le aseguró que había compartido cautiverio con los dos. Por Alicia también supo que Martín nació en la cocina de ese centro clandestino y que fue arrebatado de Stella Maris, que le dijeron que lo iban a entregar a su familia, pero nunca lo hicieron.

El 5 de de noviembre de 2015, casi 40 años después de andar y andar, la Abuela Delia recibió la noticia tan esperada. Un mediodía la llamaron y le dijeron "venite rápido para Abuelas", y a ella le extrañó el apuro, no se imaginó lo que vendría. Llegó y le contaron: "Encontramos a tu nieto, encontramos a Martín". El joven de 37 años vivía desde hacía más de una década en Estados Unidos y se acercó de manera espontánea al organismo de derechos humanos ese mismo año, con dudas sobre su identidad. Desde entonces, construyó un vínculo amoroso con Delia. Hasta el final de sus días.

Y guardo el recuerdo de ese 5 de noviembre junto a la carta que le escribí a Delia ese mismo día. Luego de ello, Delia estuvo en nuestra ciudad. Hablamos mucho, nos abrazamos y lloramos. Y seguimos luego en contacto porque ella también usaba redes sociales. La que sigue fue aquella carta:

"Querida Delia, no pude meterme dentro del aparato de televisión para abrazarte en este día tan esperado y tan especial. Era una misión imposible pero hubiera deseado estar a tu lado como tantos miles que te acompañan y acompañaron en tu lucha permanente tratando de encontrar a Martín. Y hoy te vi plena y radiante, dejando el dolor en ese espacio inmenso que dejó Vicky. Cuántas sensaciones encontradas, cuánto dolor y cuánta angustia. Cuánta tristeza y tanta alegría. Todo tan mezclado como la vida misma. Virginia sonreirá hoy también. No la podemos ver pero su sonrisa la imaginamos permanentemente porque sigue siendo la misma de siempre. La que nos regalaba en algún encuentro, la que te regalaba y les regaló a todos hasta ese fatídico momento de incomprensión. Delia, supiste y sabés casi todo de la vida. Te faltaba este capítulo inmenso de verdad y justicia del que, de manera egoísta, me siento partícipe. Te agradezco todas las palabras y elogio tu lucha. Admiro tu fortaleza y tu enorme trabajo solidario. Porque fueron tus 117 alegrías la de cada nieto recuperado. Y esta te pertenece. Es tuya. Es de Martín. Miles de veces nombrado y nunca abrazado, hasta hoy. La alegría parece algo inasible pero hoy se hizo materia. No podrás leer tanta satisfacción ni tanto amor desparramados en miles de palabras. Un beso y un abrazo muy fuertes. Te quiero muchísimo. Alberto".

Y en el final, le "robo" a Vicky una de tus hermosas frases, una que le escribió a su hermano y que hago y hacemos nuestra, hoy: "resulta imposible evitar que las lágrimas bañen las costas de nuestros ojos".

Y no hay despedida. Delia "viaja" en nosotros.

Alberto Víctor García y familia.


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