17 de agosto de 1850. A las 15:00, en Boulogne Sur Mer, Francia, se extinguió la vida de quien tuviera el coraje de impulsar a todo un ejército por los solitarios caminos de la cordillera de los Andes. En su andar, sembró en el suelo de su Patria y también en sus fronteras, a fuerza de sacrificio y espíritu de justicia, las semillas de la independencia y de la libertad, para que, al germinar, despertaran en la conciencia de los pueblos de América, la responsabilidad para conducir sus propios destinos. Su ideal fue la independencia del continente americano y por ella no dudó en entregar honestos honores para no inquietar el total dominio de la soberana voluntad popular, ni abandonar su suelo natal.

Dio la independencia a su patria, a Chile y a Perú, nada quiso ni reclamó para sí.

Su desinterés, su modestia, el exilio y la soledad, los hechos memorables que lo tuvieron como protagonista en la formación del Regimiento de Granaderos a Caballo, la gigantesca hazaña del cruce del macizo andino y las batallas como San Lorenzo, Chacabuco y Maipú, fueron enaltecimiento su talla, dándole dimensión de máximo héroe, de ilustre prócer, al que con toda justicia se consagró como el Padre de la Patria.

Sus restos mortales descansan en la Catedral de Buenos Aires.

Profesora Teresa de los Angeles Turrión