Deportes 30/09/2025
Opinión
A Boca y a River los iguala algo más que sus desventuras futbolísticas: sus derrotas tienen nombre y apellido. Cada vez que dejan de darse los resultados en la Bombonera y el Monumental, como viene sucediendo con deemasiada frecuencia en los últimos tiempos, los nombres de Juan Román Riquelme y de Marcelo Gallardo aparecen en primera línea. Parece desproporcionado pero no lo es tanto: los dos son los máximos responsables de las decisiones: Riquelme como presidente de Boca y Gallardo como director técnico y conductor total del fútbol de River.
Es lógico que Román haga lo que hace. Lo habilitan su cargo y la historia: salvo Antonio Alegre, que delegó esas funciones en su vicepresidente Carlos Heller durante la década en la que gobernaron a Boca (1985/95), todos los demás presidentes xeneizes pusieron la cara a la hora de las grandes victorias y las grandes derrotas. En River también era así. Pero cuando el año pasado, el presidente Jorge Brito lo fue a buscar en reemplazo de Martín Demichelis, Gallardo puso el poder total como condición para firmar su regreso. Y se lo concedieron. Además de dar la última palabra en cuanto a las altas y bajas del plantel, tiene las llaves de la tesorería "millonaria": cierra los pases y arregla los contratos con la inestimable colaboración de Mariano Barnao, el gerente de fútbol que emprolija las negociaciones.
En sus tiempos de brillantes futbolistas, Riquelme y Gallardo se equivocaban poco y nada con la pelota en los pies: tomaban las mejores decisiones mas rápido y mejor que cualquiera. Pero ahora que están fuera de las canchas, ya no pasa lo mismo: las cosas se ven diferentes desde más allá de la línea de cal y lo que resuelven, no les resulta. El Boca de Riquelme lleva dos años sin jugar la Copa Libertadores (este año ni siquiera pudo superar la fase clasificatoria), luego de la derrota del sábado ante Defensa y Justicia, se le empezó a complicar el pasaje para 2026 y en lo que va de 2025, ya lleva tres técnicos y fue eliminado de la Copa Libertadores, el Torneo Apertura, el Mundial de Clubes y la Copa Argentina.
El aura triunfal de Gallardo dejó de funcionar en 2022, el último año de su primer ciclo riverplatense que cerró sin haber podido ganar ningún título. No le fue bien en su paso por Al Ittihad de Arabia Saudita y desde su retorno a River, quedó dos veces fuera de la Copa Libertadores a manos de Atlético Mineiro y Palmeiras e invirtió más de 60 millones de euros en tres mercados de pases sin que ninguno de los jugadores que trajo para ganar la Copa pagándoles contratos de nivel europeo le dieran al equipo buenos resultados. Pone, saca, prueba y la antigua magia ya no sucede.
Más que en los futbolistas, cada vez que Boca y River pierden las miradas críticas recaen sobre Riquelme y Gallardo. Deben estar muy confundidos. Los ídolos tuvieron que bajar a la tierra. Y en la tierra, no hay pensamiento mágico ni egos que valgan: ganan y pierden como cualquiera. Últimamente, mucho más lo segundo que lo primero.
Daniel Guiñazú Página 12
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