Cada vez que nos cruzabas o me cruzabas, saludabas a los gritos, con amabilidad. Me detenía a charlar un rato, en estos últimos tiempos, también, para preguntarte por tu salud. Estabas contento porque te iban a hacer una intervención que comenzaría a solucionar el problema. No pudo ser.

Pero siempre con una sonrisa. Durante tantos años nos atendiste en ese lugar que era casi tu domicilio, el restaurante del Hotel Bellesi. A los pocos días de llegar a esta ciudad te conocí. Era 1982 y vos ya estabas desde 1980 en "Bellesi". También lo conocí en ese momento a Abel (Carril) que trabajó junto a vos durante décadas. 

A veces, te preguntaba si sabías la cantidad de kilómetros que caminabas por día, yendo y viniendo de la cocina al salón. Siempre con una sonrisa y un chiste a flor de labios. En un momento te detenías y ahí estaba la anécdota de la noche. Era un minuto nomás. Pero era infaltable.

Y cuando entrabas a la cocina, tantas veces, otro chiste del que, en algunos casos, nos dábamos cuenta por las cocineras y sus sonrisas.

Un día, hace unos años, se me ocurrió hacer un árbol de navidad con corchos y desde ese momento, cada vez que estuvimos allí, venías con una bolsa llena de corchos, los que habías juntado en 15 o 20 días. Te prometí un arbolito y nunca te lo llevé.

Después la pandemia y tu salud complicaron todo.

Queda el recuerdo en quienes te conocimos. Un hermoso recuerdo de tu fuerza de voluntad, tu simpatía, tu atención tus ganas, tu esmero, tu preocupación por la familia y los tuyos, tus anécdotas y la definición de Daniel (Bellesi): "Se fue un hombre fiel y de confianza".

Seremos muchos y muchas quienes vamos a extrañarte Héctor querido. Te fuiste muy temprano de la vida y por allí andarás con los manteles limpios, el recipiente de hielo, la canasta con panes y grisines, platos con pastas o carnes, bebidas, vasos y cubiertos para todos y todas. 

¡Hasta siempre!

Alberto Víctor García