El Gobierno nacional atraviesa una ola de renuncias en cargos clave. Tras las dimisiones de Juan Pazo en ARCA y Daniel Tillard en el Banco Nación, este martes se sumó otra baja. Se trata de Germán Guido Lavalle dejó la presidencia de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).Ingeniero nuclear y doctor por el Instituto Balseiro, Lavalle estuvo dos años al frente de la CNEA. Su salida se produce en un momento complejo. La entidad pasó a depender de la flamante Secretaría de Asuntos Nucleares, lo que reforzó el control político del Gobierno sobre un sector estratégico que hasta ahora Lavalle manejaba con discrecionalidad.

El ahora expresidente estaba alineado con el discurso oficial sobre la gestión de recursos y prioridades. En una charla reciente en la Universidad de Avellaneda afirmaba: "Hay que fijar prioridades, la situación macroeconómica la sentimos todos".

En ese contexto, sostenía que comenzó a usar "el discurso de que no tenemos poco presupuesto, sino que hay demasiados proyectos. Entonces, como no tenemos presupuesto, fijamos objetivos más acotados para el 2026. Porque tenemos que priorizar en épocas donde no sobran los recursos".

Logros que no eran "tan" propios

En su carta de renuncia, Lavalle destacó algunos logros, como el Reactor Multipropósito Argentino RA-10, la puesta en marcha del Centro Argentino de Protonterapia, la minería de uranio y la reactivación de la Planta Industrial de Agua Pesada.

Sin embargo, buena parte de estos proyectos ya estaban en marcha antes de su gestión y avanzaron de forma desigual, afectada por falta de coordinación y priorización.

Porro y la alineación política

Su sucesor será Martín Porro, ingeniero con 30 años de experiencia en el sector nuclear. Porro lideró proyectos de construcción y operación de instalaciones nucleares y, hasta hace poco, fue gerente de Producción en Dioxitek.

Porro mantiene una relación estrecha con Federico Ramos Napoli, nuevo secretario de Asuntos Nucleares. Ambos compartieron responsabilidades en Dioxitek, y su cercanía asegura que la CNEA quede alineada con la estrategia del Gobierno.

La salida de Lavalle, entonces, no es solo un cambio técnico, sino un desplazamiento político que consolida el control estatal sobre un área central para la soberanía energética del país.