29 de marzo de 2024

Editorial 21/03/2012

La muerte de Ezequiel

“Hoy las palabras están demás, las intenciones, los ‘si yo hubiera sabido o podido’, hoy se viste nuevamente nuestra ciudad de luto, otra vez se va un ángel de nuestro lado, ya no lo vamos a ver más entre nosotros. Y nos queda un sabor amargo, nos queda un gigante signo de interrogación, nos queda mucha tristeza, impotencia. ¿Hasta cuándo vamos a seguir viendo como se nos escapan de las manos?, ¿qué debemos hacer? Hoy nos queda despedirte con el mejor honor, con toda la alegría de tu juventud, porque te merecés estar entre ángeles alegres, ángeles divertidos, picaros, te mereces toda la luz, y sé que estas en paz, con una paz que seguramente acá no supiste encontrar. Desde el lugar que estés se que estás iluminando y protegiendo a tus amigos, los que tanto te están extrañando y jamás en la vida te van a olvidar. Que en paz descanses...” (Sandra Felice)

El fallecimiento de un joven conmueve a la sociedad saladillense. Las palabras de Sandra resumen tanto dolor y tanto enojo. Tanta angustia e impotencia. Pareciera que estén demás los comentarios, pero no. Los jóvenes y las jóvenes, el grupo de amigos y amigas, más cercanos a Ezequiel, necesitan “caer” de esa nube de dolor que se formó a su alrededor ni bien tomaron conocimiento de su muerte. No han descendido de allí. Hay incomprensión y preguntas que hoy no tienen respuesta. Algunas, nunca la tendrán. Muchas otras, sí. Fuera de ese grupo hay miles de jóvenes a quienes esta muerte los detendrá un instante. Fuera de ese grupo están los familiares de este joven que, seguramente, no tienen ni tendrán consuelo. Un grupo familiar sacudido, otra vez, por una muerte antinatural. Quien esto escribe vivió muy de cerca este penoso acontecimiento. Ezequiel era, en mi casa, el ‘gordo’ o, simplemente, ‘el Savone’. Entonces eran repetidas la pregunta y la respuesta. ‘¿Adónde vas?’ ‘A lo del Savone’. ¿Cómo comprender que eso nunca más sucederá? El Ovi, Yuliano, el “gatito”, Agustín, Emanuel, Mauro, Lalo y tantos otros y otras se toman la cabeza y repiten una y otra vez “no puede ser” o “esto no es cierto”. Pudo ser y es cierto. Mientras los medios nacionales titulan sin tener en cuenta en absoluto (como lo hacen habitualmente) dolores, pesares o angustias, buena parte de la comunidad de Saladillo todavía no asimiló el hecho. La responsabilidad de los medios de comunicación importa y mucho. A aquellos no les importa mucho si es una tragedia rutera, un cataclismo natural o la muerte de un joven. El tema es vender, alarmar, confundir o mentir, sin sustancia alguna. Sin ir al fondo de ninguna cuestión. Porque pasan cosas lindas en esta ciudad pero, casualmente, nos visitan o nos llaman cuando lo que sucedió se acerca a la tragedia y la muerte. Cuervos y, claro, carroñeros. No hay en estos conceptos, ánimos de ocultamiento como pudiera pensar algún o alguna imbécil, algunos de los cuales ya han hablado demasiado por estas horas. Lo que no se sabe o no se conoce, se puede inventar. Parecen regodearse brindando informaciones incomprobables o inventando alguna historia. La realidad indica o muestra varias cuestiones insoslayables a la hora de tratar de efectuar un análisis de este trágico acontecimiento. Nada devolverá la vida a Ezequiel. Pero la vida joven de Ezequiel y todos sus años perdidos, los que no vivirá, acompañarán a su familia, claro; a todos sus amigos y, por sobre todo, a los que compartieron los últimos minutos de su vida. No porque pudieran hacerse distingos de amor, cariño o amistad sino porque ellos confrontaron de manera impensada con algo en lo que, precisamente a esa edad, se piensa muy poco: en el final de la vida. En un lugar de diversión, en un lugar que se piensa muy lejos de la muerte, allí perdieron un pedazo de cada uno. Allí lo sostuvieron, trataron de ayudarlo y reanimarlo. Y no pudieron. Y allí aparecen otros ingredientes como la desesperación y la culpa. Con la ayuda de quienes son sus familiares cercanos y amigos, una tarea primaria es tratar de alejarlos de esos sentimientos de culpabilidad en los que cada uno deberá asumir su concreta responsabilidad. Por ello importa mirar hacia adelante y no quedarse estancados en la búsqueda de culpables entre quienes no los hay, con seguridad. Hay que revisar conceptos erróneos. Los riesgos que se asumen al no cuidar el cuerpo y la mente de la manera más adecuada. Dejar de pensar en que hay seres invulnerables y que mañana tendremos tiempo de pensar de otra forma pero hoy hay que aprovechar a full. En definitiva, si la muerte, esta muerte, no provoca una reacción, ¿qué podría provocarla? Entonces, volviendo a las palabras de Sandra “nos queda un sabor amargo, nos queda un gigante signo de interrogación, nos quedan mucha tristeza e impotencia. ¿Hasta cuándo vamos a seguir viendo como se nos escapan de las manos?, ¿qué debemos hacer?”. Esta última pregunta es la más difícil de responder pero lo primero que habría que repetir es que nadie puede erigirse en el dueño de la verdad. Hoy, varios jóvenes sienten temor por la reacción social. Por esa que los señale como “los malos de esta película” adosándoles calificativos, en muchos casos, hirientes. El mote de “falopero”, agresivo y vulgar, descarga, tantas veces, en otros, limitaciones propias. Las adicciones son un problema que preocupa a nuestra comunidad como a tantas otras. Mucho más a quienes son padres de adolescentes. ¿Son ellos los responsables y culpables? Los padres tenemos una importante cuota parte de responsabilidad y nuestros hijos, la gran mayoría, sabe que una de las mayores preocupaciones familiares pasa por la posibilidad del consumo de alcohol o drogas. Cambiando el “debemos” por el “podemos”, se puede modificar la pegunta: ¿Qué podemos hacer? Primero, saber que muchos chicos y chicas de entre 13 y algo más de 20 años sufrieron “comas alcohólicos” en los últimos meses, aquí en nuestra ciudad. Ello no parece alarmar. No hacen falta reuniones ni consejos. Y, claro, tantos dicen y dirán que no hacía falta una muerte para que algo pudiera modificarse. Es muy cierto, tan cierto como que la muerte llegó. Frases hechas hubo y hay muchas. La cuestión no pasa por allí sino por hacerse cargo. Luego, los chicos y chicas que vienen de “velar” a Ezequiel durante más de 30 horas, juntos, abrazados, sin consuelo posible, desgarrados, deben ponerse de pie. Ezequiel les dejó una posta y una responsabilidad, ineludibles. Ustedes deben tomar esa posta. Ustedes deben hacerse responsables y asumir un compromiso con la vida. Ustedes que conocieron sin intermediarios, lo que importa la vida. Ustedes, que añorarán abrazos. Ustedes y nosotros. Juntos y sin rodeos, sin ocultamientos, deben ser capaces de llevar adelante esta posta que deja Ezequiel. Y se tienen que hacer cargo de que la vida no pasa por facebook ni por un porro, una línea o un twitter. La vida no pasa por la noche y las fiestas electrónicas y las no electrónicas. Ello es parte de nuestras vivencias pero nunca lo sustancial, muy por el contrario. Ustedes demostraron que para abrazarse no necesitan redes sociales. Demostraron cuánto y verdadero cariño los unía a Ezequiel. No son culpables de su muerte. Son los responsables de cuidarse y seguir vivos. Ése será la mejor manera de tomar la posta “del savone”, “del gordo”, que nunca volverá. Tiene que seguir vivo en ustedes, sólo eso. Y para eso, ustedes son los que no se deben morir. Y en esa tarea, no van a estar solos.

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